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PALACIO DE MARCHENILA

PALACIO DE MARCHENILA

Situado en el barrio de San Bartolomé, el casa que ocupa el número 18 de la calle Conde de Ibarra de Sevilla, es un claro ejemplo de nobleza sevillana arquitectura, que evolucionó desde la Baja Edad Media hasta el barroco, desde gustos decimonónicos a la adaptación para uso administrativo con los actuales criterios. La calle donde se ubica la casa, hoy Conde de Ibarra, fue nombrado en el siglo XV de Toqueros, por estar instalado en él por textil artesanos que hacían toques. Apoyó su fachada en la antigua muralla judía, la estructura de la casa recuerda a las típicas casas romanas y musulmanas, donde el patios y jardines toman protagonismo y nos conducen simbólicamente a la ciudad romana Olimpo, Edén cristiano y paraíso musulmán. Estos espacios abiertos han durado más de momento de adaptarse a las nuevas necesidades. Las primeras referencias documentadas sobre su ocupación llevarnos a la incautación de los bienes de la minoría religiosa judía expulsada del barrio de San Bartolomé y de su donación, por parte de Enrique III, a el juez de la tierra Diego López de Zúñiga, quien también era dueño de la vecino Palacio de Altamira. En la segunda mitad del siglo XV fue nuevamente donado al bachiller Fernando Díaz de Córdova, cuyos hijos la venderían en 1483 a Pedro Manuel de Lando, hijo ilegítimo de una familia nobiliaria sevillana, consejero de la Ayuntamiento desde 1474, que fue beneficiado por los Reyes Católicos para su frecuente y leal apoyo a la corona. En 1502 pasó a manos de la familia Alcocer, contratistas del transporte de mercancías y esclavos a las Indias. Descendientes de estos últimos ocuparon la casa durante los siglos XVI y VII. siglos y será en las últimas décadas del siglo XVIII cuando se recae sobre la familia de hidalgos de santa marina. En el último tercio del siglo XVIII asistimos a la estado semi-ruinoso en que se encontraba la casa, por lo que el consejo municipal insta a su rehabilitación o venta forzosa a quien pueda realizar su reconstrucción. La situación provoca su venta en subasta, siendo adquirida por Don Francisco Keyser, comerciante de flamenco gante afincado en Sevilla. A partir de este momento, la casa cobra especial esplendor, dotándose de la fisonomía que hoy reconocemos, incluso modificando parte de su exterior por asentándose uno de los ángulos de su fachada para subsanar su estrechez, facilitando la paso de carruajes. Asimismo, el mercader flamenco trató de hacer su espalda – con acceso a la calle que todavía se llama Levíes y en la que había una callejón que siempre fue motivo de queja para favorecer el albergue de indigentes y matones- era parte de la vivienda, al mismo tiempo que permitía a los privados acceso de carruajes, para lo cual instó en varias ocasiones al Cabildo en para proponer el nuevo uso recibiendo siempre la negativa de éste. Este periodo de modificaciones termina con el siglo en que la familia Keyser pierde la propiedad por embargo judicial atribuido a las gestiones de un socio del comerciante con quien había contraído una gran deuda. A lo largo del siglo XIX las ventas y temporales traslados con sus consiguientes cambios de moradores, hasta que en 1854 la casa es comprada por la familia Romero, militares de alto rango participantes en la guerras de independencia y emancipación de las colonias españolas. La viuda del distinguido militar se legaría a sus nietos, siendo, entre ellos, Cecilia quien mantendría la propiedad hasta principios del siglo XX, transfiriéndola a ella niños, que vivirán allí hasta 1934. A partir de 1937 la casa fue utilizada como libre católica escuela, residencia de familias nobles y, a partir de 1940, imprenta taller para un empresario de A Coruña. Posteriormente sería propiedad y sede comercial de Industrias Farmacéuticas Miguel Ybarra, quien fue alcalde de la ciudad entre 1940 y 1943. Pequeño burgués representante de una naciente industria autosuficiente que instalaría en la casa su laboratorio y almacén hasta que, al final de los años Sesenta, la empresa desaparecer. Una vez más, la herencia y el reparto llevaron esta finca cambia de dueño, quedando en 1969 en manos de los Descalzos Carmelitas de San José de Dos Hermanas, siendo hipotecado por ellos como garantía económica recurso en 1977. La finca, como ocurrirá en muchos de los alrededores casonas, sufre desde ese momento las consecuencias del abandono y degradación, quedando prácticamente en estado ruinoso. Durante este período es adquirida por un grupo inmobiliario que pretende unificar varias propiedades para convertirlos en garajes y viviendas -en lo que a nosotros nos concierne- se construyó parte de un sótano en la parte trasera- sin que se llegara a producir la gestión. P.G.O.U. de Sevilla en 1985 lo declaró palacio, sugiriendo su expropiación para evitar su deterioro.

Del edificio podemos destacar en primer lugar su fachada, dividida en tres cuerpos y donde la restauración ha sido más intensa integrando los restos encontrados, de dibujos clásicos y avitoladas líneas. El apilastrado del mismo y parte de su rejería nos muestra su más rico aspecto. La planta baja, la puerta principal, centrada, de gran tamaño rematada con blasón, que da acceso al vestíbulo. El segundo cuerpo se estructura con Amplios ventanales y balcon con tejaroz. El último piso tiene una serie de ventanas. con techo a dos aguas, posiblemente destinado a almacén.

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